Por: Carla Huidobro

Vienen.

Se sientan.

Abren el cuaderno como si nada.

Pero yo sé.

Sé que no desayunaron.

Que la abuela se les murió hace dos días.

Que anoche escucharon gritos.

Que viven con miedo.

Y aún así tengo que evaluarlos.

Tengo que decir si aprendieron,
si cumplieron,
si alcanzaron el objetivo.

Y yo lo que quiero es abrazarlos.

Cancelar el programa.

Tirar el calendario a la basura
y decirles que está bien llorar en clase.

Pero no puedo.

Porque el sistema no tiene campo para el dolor.

Porque no hay ficha para la tristeza.

Porque el reglamento no contempla el duelo.

Y duele.

Duele tener que fingir que esto es normal.

Duele escribir 6.5
cuando yo lo que veo
es a alguien sobreviviendo.

Pero respiro.

Y sigo.

Porque aunque no pueda resolverlo,

estoy aquí.

Porque a veces,
estar
también es una forma
de no abandonarlos.

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