El capital simbólico nunca me abrazó
Por: Carla Huidobro
Me dijeron que si publicaba más,
me iban a querer más.
Que si ponía “doctora” en el perfil,
la gente dejaría de interrumpirme.
Que si presentaba ponencias internacionales
y salía en la foto del evento,
ahí sí,
ahí sí me iban a invitar a la mesa.
Pero el capital simbólico nunca me abrazó.
Nunca me quitó las ojeras,
nunca me sostuvo cuando lloraba
porque el sistema de evaluación
no reconoce el cuidado como mérito.
Publicar me dio puntos,
pero no consuelo.
Me dio peso en el comité,
pero no espacio en ningún regazo.
Y sí, me han nombrado “referente”,
pero eso no sirve para calentar los dedos
cuando el aire acondicionado del aula
te corta la piel.
Yo no vine aquí por prestigio.
Vine porque me duele el mundo
y escribir es mi forma de responderle.
Pero entre tantos indicadores
y tantas métricas huecas,
se me fue llenando el nombre
de cosas que no soy.
Indexada, citada, convocada...
pero nunca invitada a quedarme
como soy.
El capital simbólico no me abrazó.
Ni me preguntó qué tuve que sacrificar
para llegar aquí.
No le importó que no tengo herencias,
ni redes de poder,
ni un apellido que abra puertas.
Solo tengo mis manos,
mi cabeza rota,
y este corazón
que aún se permite llorar
cuando ve injusticias.
Y claro, eso no cotiza.
Eso no suma puntos.
Eso no se presume en un CV.
Pero es lo que me queda
cuando termina el congreso
y estoy sola en el hotel,
con un diploma en la mochila
y ninguna llamada perdida.