No es falta de rigor. Es otra forma de saber
Por: Carla Huidobro
No les gusta cómo escribo.
Dicen que es muy emocional.
Que no cito bien,
que no encaja,
que mi voz está muy presente.
Como si eso fuera un defecto.
Como si no me hubiera costado años
recuperar mi voz
después de que me enseñaron a escribir
como si yo no estuviera.
Me corrigen el lenguaje
con la certeza de quien habla desde el centro.
Me dicen que “no es el formato”.
Que “esa categoría no existe”.
Que “esto no es académico”.
Y yo los miro,
con todo el cansancio de quien ha aprendido en otras lenguas,
en otras calles,
en otras formas de dolor que no caben en sus rúbricas.
Mi saber no nació en Oxford.
Nació en una casa donde no había libros,
pero sí memoria.
Nació de mujeres que nunca pisaron un aula,
pero te decían el mundo con solo una mirada.
Nació de cuerpos que resistieron,
no de papers indexados.
Y eso no lo entienden.
Porque su método es orden.
El mío es herida.
Porque su ciencia es distancia.
La mía es cuerpo.
Porque su epistemología es cita.
Y la mía es canto.
Pero igual me evalúan.
Igual me juzgan.
Igual me niegan el lugar
porque no vengo con el pasaporte correcto.
Me dicen que esto no es conocimiento.
Pero lo que yo traigo
es más antiguo que sus congresos.
Es saber nacido de la experiencia,
de la pérdida,
de la historia que no sale en sus libros.
No es falta de rigor.
Es otra forma de saber.
Una que no pide permiso.
Una que también merece quedarse.