Me citaste pero nunca me leíste
Por: Carla Huidobro
Pusiste mi nombre entre corchetes,
como quien encierra lo que no entiende.
Aparezco en tu bibliografía,
en la página 12 de tu artículo
que empieza con una frase mía,
pero sin haberla sentido.
Me citaste,
pero no sabías que esa línea la escribí llorando.
Que el concepto que usaste
lo pensé en un pasillo de hospital
mientras decidía si comía o pagaba la luz.
No sabes lo que me costó esa teoría.
No sabes lo que pesaba ese párrafo.
Lo usaste porque sonaba bien,
porque era reciente,
porque alguien más también me había citado.
Tú no me leíste.
Pasaste los ojos,
copiaste el apellido,
pegaste la idea
y seguiste con tu marco teórico
como quien pone adornos sin saber su historia.
Yo no quiero ser decorado.
No quiero ser relleno de tus textos,
ni moneda de cambio en tus métricas.
Quiero que alguien me lea
como se lee a quien duele,
a quien arde,
a quien está diciendo algo
más allá de lo que el sistema permite escuchar.
Me citaste,
pero nunca supiste que escribí esa ponencia
después de perder a una amiga.
Que ese artículo lo terminé
porque no podía dormir.
Que esa idea la pensé con miedo,
con rabia,
con ternura.
Que yo no investigo por publicar,
sino por entender lo que nadie explica.
Pero tú solo querías llenar el mínimo.
Citar con comas correctas.
Aparecer prolijo.
Y yo aparecí.
Ahí, entre otros nombres.
Como un adorno más en tu marco conceptual.
Pero no me leíste.
Y por eso no sabes
que este poema también habla de ti.