Ella junta cosas como quien junta ausencias
Por: Carla Huidobro
Tiene un delantal viejo, con olor a pan caliente y a caricia que nunca llegó. Se amarra la tela a la cintura como si eso pudiera sostenerla, como si el amor no fuera un cuchillo afilado que corta igual aunque uno use guantes.
Llena la casa de cosas que no hablan, que no piden, que no se van. Tazas con bordes gastados, papeles con nombres tachados, conchas marinas que le recuerdan que el mar es otro lugar al que nunca irá. Apila libros como quien apila silencios, los deja ahí, abiertos en cualquier página, porque leerlos es meterse cuchillos en la lengua.
Las flores le crecen en las manos pero se le mueren en el pecho. Escribe poemas que nadie escucha, los deja caer como migajas en la mesa, los escribe con la boca apretada, con las tripas hechas un nudo.
Y luego mira por la ventana. Afuera la vida pasa sin mirarla, sin preguntarle si quiere ir.
Ella adora las cosas bonitas, pero la belleza no llena los vacíos. Ni un poema, ni una taza, ni un maldito libro.
Pero igual, sigue comprando flores.