(El afecto como disidencia en la jungla institucional)

Por: Carla Huidobro

No, no somos un equipo de trabajo.
No somos una red de colaboración.
No somos “contactos” ni “alianzas estratégicas”.
Somos algo que no cabe en las rúbricas.
Somos amigos.
Y eso, en la academia,
es casi revolucionario.

Porque aquí todo se da
si da algo a cambio.
Y tú, sin embargo,
me preguntaste cómo estaba
cuando no había paper de por medio.

No me escribiste para pedir una cita bibliográfica.
Ni para que te revisara un artículo.
Ni para sumarme a tu proyecto.
Me escribiste para saber si había dormido.
Y eso,
eso no lo enseña ningún seminario.

Amistad no es compañerismo.
No es firmar juntas una ponencia.
Es reírte conmigo cuando no nos citan.
Es llamarme el día que colapsé
y decir:
si no respondes, igual aquí estoy.

En un mundo donde las relaciones
se tejen con la lógica del Excel,
nosotras bordamos afectos
en los márgenes del Google Docs.
Y no para obtener nada,
sino porque es justo,
porque es necesario,
porque es hermoso no competir.

Amistad no se evalúa.
No tiene índice H.
No se postula.
No se renueva con fondos.
Amistad es mirar a la otra
y decidir:
aunque nunca publiques nada conmigo,
te elijo.

Así que no me llames colega.
Llámame amiga.
Y sabrás lo que es tener
un hogar en medio del desierto académico.

Anterior
Anterior

No somos un equipo, somos una especie en peligro de extinción

Siguiente
Siguiente

Carta a mi amigo imaginario (o sobre el misterio de ser académico sin dejar de ser humano)