No somos un equipo, somos una especie en peligro de extinción
(O el milagro de encontrarse sin medirse)
Por: Carla Huidobro
No hay metas compartidas,
ni juntas de seguimiento,
ni objetivos específicos.
No tenemos indicadores,
ni cronogramas,
ni carpetas en Drive.
Y aun así,
seguimos aquí.
No somos un equipo.
No nos elegimos por habilidades,
ni por curriculum,
ni por productividad.
Nos elegimos por humanidad.
Y eso, en la academia,
es un acto casi suicida.
Porque aquí todo vínculo
debe demostrar utilidad,
debe justificar su existencia
en términos de impacto,
de eficiencia,
de pertinencia institucional.
Y tú, sin embargo,
me mandaste un meme
en medio del colapso,
y me hiciste reír.
Nos reconocemos en la mirada cansada,
en los hombros vencidos
y en la fe terca
de que esto aún puede tener sentido.
No porque nos paguen por ello,
sino porque hay algo que no se paga:
el consuelo real,
la ternura compartida,
el saber que si me caigo,
alguien me espera sin exigencias.
Somos una especie en peligro de extinción.
Porque no competimos.
Porque nos cuidamos.
Porque no nos evaluamos entre nosotras.
Porque si una no puede más,
la otra no le exige,
la otra le guarda silencio,
o le manda un audio con voz temblorosa
y mucho cariño.
No somos un equipo.
No tenemos misión ni visión.
No vamos a ganar premios juntas.
Pero nos tenemos.
Y eso,
eso es lo más subversivo
que hemos construido.