Joey y Rachel: El Amor Que Ross Nunca Mereció

Por: Carla Huidobro

 Nos han mentido. Nos vendieron la idea de que Ross y Rachel eran el amor definitivo, el destino que debía cumplirse, la prueba de que, sin importar cuántas veces dos personas se destruyan, si están “hechos el uno para el otro”, tarde o temprano van a terminar juntos. Nos tragamos la historia. La aplaudimos. La repetimos como si fuera el epítome del romance, como si su relación fuera algo a lo que aspirar.

  Pero si nos detenemos un momento. Si realmente analizamos qué era Ross y Rachel, sin la música emotiva de fondo, sin la nostalgia manipuladora de la serie, lo que queda es un desastre emocional disfrazado de amor. Ross nunca vio a Rachel como una persona, la vio como un trofeo. Un sueño adolescente que, por algún milagro, pudo alcanzar en la adultez. Y cuando la tuvo, no supo qué hacer con ella. Porque Rachel, con toda su ambición, su crecimiento, su independencia, dejó de ser el ideal pasivo que Ross había creado en su cabeza.

  Y él no pudo soportarlo.

  Porque Ross no quería una pareja. Quería validación.

  En cambio, Joey simplemente la amaba. Sin posesión. Sin celos enfermizos. Sin convertir su relación en una competencia ridícula entre su éxito y su amor. Joey y Rachel eran lo que Ross y Rachel nunca pudieron ser: reales.

Ross y Rachel: Una Relación Basada en el Ego y la Nostalgia

  Si quitamos la capa de “destino” que nos impusieron, si dejamos de repetir que “siempre estuvieron hechos el uno para el otro”, lo que queda es una relación completamente disfuncional.

  Ross nunca amó a Rachel, amó la idea de tenerla. Pasó años mirándola desde lejos, construyéndola en su cabeza como la chica perfecta, la recompensa que algún día le llegaría por haber sido el “buen tipo” que esperó pacientemente. Y cuando, por fin, la historia les dio un punto de encuentro, Ross no vio a Rachel como una mujer con aspiraciones, deseos y autonomía. La vio como la chica de la preparatoria que al fin había bajado de su pedestal para estar a su lado.

  El problema es que Rachel sí creció. Sí cambió. Se convirtió en alguien capaz de sostenerse sola. De hacer su vida sin necesidad de que alguien más le dijera quién era.

  Y Ross nunca pudo con eso.

  Desde el momento en que Rachel empezó a despegar profesionalmente, Ross se convirtió en un hombre inseguro, celoso, controlador. La saboteó, la hizo sentir culpable por sus logros, la infantilizó. Nunca pudo verla triunfar sin sentirse menos. Porque, al final del día, Ross no quería una mujer fuerte e independiente. Quería una novia que existiera en función de él.

  Y lo más triste es que Rachel intentó que funcionara. Trató de suavizar su éxito, de tranquilizarlo, de probarle que su carrera no significaba que lo amara menos. Como si amar a alguien significara constantemente asegurarse de que su ego frágil no se rompiera. Como si el amor fuera un sacrificio en el que ella tenía que volverse más pequeña para que él no se sintiera amenazado.

  Si tienes que disminuirte para que el otro se sienta seguro, eso no es amor. Es abuso emocional.

Joey y Rachel: Cuando El Amor No Es Un Campo de Batalla

  Y entonces está Joey.

  El que, desde el inicio, trató a Rachel como una persona y no como un objeto de deseo inalcanzable. El que la conocía en todas sus versiones y nunca sintió la necesidad de hacerla más pequeña para amarla.

  Joey nunca la puso en un pedestal inalcanzable ni la convirtió en su fantasía personal. Se enamoró de ella porque la conocía en lo cotidiano, en lo mundano, en las cosas pequeñas que Ross jamás notó. La amó sin exigirle nada. Sin pedirle que demostrara que lo amaba lo suficiente. Sin hacer de su relación una lucha constante de poder.

  Y cuando Rachel no sintió lo mismo en un inicio, Joey no la castigó con su amor no correspondido. No la hizo sentir culpable. No reclamó que él merecía su amor porque era un “buen tipo”.

  La dejó ser.

  Eso es amor.

  Y cuando Rachel sí se enamoró de Joey, lo hizo porque, con él, podía ser ella misma sin miedo. Sin estar en constante estado de defensa. Sin sentirse juzgada, vigilada, minimizada.

  Por primera vez, Rachel tuvo un amor en el que no tenía que justificarse por ser quien era.

El Gran Error de Friends

  Joey y Rachel no terminaron juntos no porque no hicieran sentido, sino porque la serie nunca tuvo la valentía de desafiar la narrativa impuesta. Decidieron que Ross y Rachel tenían que estar juntos, aunque su relación fuera un desastre.

  Y lo peor es que lo resolvieron de la manera más cobarde posible.

  Convirtieron la relación de Joey y Rachel en un chiste, en una historia menor que debía ser corregida antes de que llegara el final. Se aseguraron de que Rachel nunca pudiera verlo como una opción real, porque si lo hacía, la farsa de Ross y Rachel se desmoronaba.

  Porque Joey y Rachel tenían sentido. Porque su relación era sana, amorosa, divertida, estable.

  Pero la televisión no sabe qué hacer con un amor que no necesita sufrimiento para ser legítimo.

  Así que nos dieron el final que menos hacía sentido. Nos forzaron a aceptar que, después de todo lo que vimos, después de toda la evolución de Rachel, después de que se volviera una mujer capaz de sostenerse sin Ross, igual tenía que volver con él.

  Y aceptamos el engaño.

  Nos lo tragamos.

  Aplaudimos cuando Ross corrió al aeropuerto, cuando Rachel bajó del avión, cuando la serie nos vendió la mentira de que este siempre había sido el desenlace correcto.

  Pero no lo era.

  Ross y Rachel nunca debieron terminar juntos.

  Joey y Rachel nunca debieron separarse.

  Pero no podían darnos ese final.

  Porque un amor basado en la amistad, el respeto y la felicidad mutua… nunca fue lo que la serie quiso contar.

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