No sé hacer dinero, sé hacer sentido
Por: Carla Huidobro
No me enseñaron a invertir.
Me enseñaron a leer entre líneas.
A detectar una falacia en una conversación trivial.
A encontrar el silencio en un discurso de poder.
A traducir el sufrimiento humano
en una nota al pie.
No sé hacer dinero.
Pero puedo explicarte
por qué el sistema que lo reparte
no fue hecho para mí.
Mientras otros aprenden a monetizar su tiempo,
yo me detengo en una frase.
La repito.
La desarmo.
La vuelvo a decir en voz baja
hasta entender qué es lo que está intentando no decir.
Y ahí, en ese gesto inútil,
yo hago sentido.
Mientras el mercado premia la prisa,
yo celebro la lentitud de una idea que madura.
Mientras el algoritmo mide clics,
yo mido pausas.
Mido impacto en cuerpos,
no en métricas.
Mido si lloraste cuando me leíste.
El Excel no me quiere.
Los bancos no me entienden.
Las becas me exigen una rentabilidad
que nunca prometí.
Y yo sigo aquí,
armando teorías como casas para otros,
sin saber si mañana podré pagar la renta.
No sé hacer dinero.
Y lo que gano
se me va en libros,
en cafés con otros que tampoco saben,
en tiempo que no se factura
pero que transforma.
Sé hacer sentido.
Y sé hacerlo bien.
Sé nombrar lo que duele.
Sé leer lo que ocultan las instituciones.
Sé escribir lo que nadie se atreve a decir
porque no cotiza.
No sé hacer dinero.
Pero puedo enseñarte a pensar.
Y eso, aunque no pague bien,
vale más de lo que estás dispuesto a admitir.