Seré siempre el problema
Por: Carla Huidobro
Hay quienes nacen para ser el río manso, el agua que se deja llevar entre las piedras sin alterar su cauce. Hay quienes vienen al mundo como el viento suave, apenas un susurro, una caricia que pasa sin perturbar. Pero yo no. Yo vine para ser la tormenta, el río que se desborda y arrastra con él todo lo que se creía seguro. Nací para ser el nudo en la garganta, la pregunta que se atraganta en los labios, la espina que insiste en clavarse en el costado de las verdades que otros prefieren dejar intactas. Y no me disculpo por ello.
En este mundo, quieren que uno se doblegue, que se adapte, que encaje en moldes hechos de manos ajenas, que sea la imagen dócil en el espejo de sus ojos. Pero ¿qué vida es esa? ¿Qué vida es la que se vive bajo la sombra de otros? Ser el problema es, tal vez, el único acto de dignidad que nos queda, el último rincón donde aún se respira libertad.
Y, sí, ser el problema duele. Es un camino solitario, una lucha que nadie aplaude. Ser el muro que no se rompe, el eco que no se apaga, el espejo que devuelve una mirada firme, tiene su precio. A veces es estar solo, escuchando las palabras que murmuran a tu espalda, viendo cómo te señalan con el dedo acusador de quien no comprende. Pero ¿qué importa eso frente a la verdad? ¿Qué vale una vida que no es auténtica, que se ha rendido al peso de lo que otros quieren?
Ser el problema es también ser la grieta, la falla en el sistema perfecto, el recordatorio de que no todo puede ser domado, que no todo puede ser moldeado a voluntad. Es ser la voz que no se silencia, el grano de arena que detiene la maquinaria, el árbol que se niega a ser talado. Es plantarse en medio del vendaval y gritar: «Aquí estoy, y no voy a ceder».
Que no vengan con manos suaves y palabras torpes a intentar arrancar lo que soy. Que guarden sus intentos de doblarme, de someterme, de arrancarme las raíces. Yo nací para ser libre. Y si la libertad tiene un precio, lo pago con gusto.
Aquí estoy. El problema que no se quita, el problema que insiste, que persiste, que se mantiene en pie. Porque tal vez, después de todo, el único problema que tengo es este: querer, simplemente, ser feliz.