¿Y si el problema fuera cómo escribimos la computación cuántica?
Por : Carla Huidobro
A veces sigues la receta al pie de la letra, usas los ingredientes exactos, respetas el tiempo, el orden, las instrucciones… y sin embargo, el platillo no sabe como esperabas. Algo se desacomoda. No termina de cuajar. Y no entiendes por qué. Todo está bien, pero algo no encaja.
Con los circuitos cuánticos ocurre algo similar.
Las personas que diseñan programas para estas máquinas —que no funcionan como las computadoras tradicionales— pueden pasar horas afinando cada detalle. Cada operación, cada conexión, cada compuerta está en su sitio. El diseño es correcto. Y aun así, los resultados no siempre son los esperados. Pero no porque haya errores técnicos evidentes. Lo que ocurre muchas veces es que el lenguaje en el que se construye ese circuito no es el más claro, ni el más flexible, ni el más fácil de modificar.
Durante décadas, la comunidad científica ha representado estos programas a través de diagramas visuales. Y funcionan. Son precisos. Como una partitura donde cada línea representa un cúbit —una unidad de información cuántica— y cada compuerta indica una operación que se ejecuta en el tiempo, de izquierda a derecha. Una coreografía matemática.
Pero hay un límite: aunque estos esquemas permiten ver el circuito y comprender su estructura general, no resultan cómodos para editar, automatizar, reescribir o escalar. Si quisieras ajustar pequeñas partes del circuito, comparar versiones o modificar la estructura, el dibujo no es lo más práctico. Sería como intentar cambiar una receta a partir de una ilustración: puedes deducir los ingredientes, pero si quisieras hacer la mitad del pastel, ¿partes el dibujo en dos? ¿Y si quieres el doble?
Lo que falta no es precisión técnica, sino un lenguaje que permita trabajar con esas ideas de forma más directa. Más manipulable. Más clara.
Y ahí es donde entra la propuesta de Daniel Escanez-Exposito (University of La Laguna, Tenerife, Spain), Pino Caballero-Gil (La Laguna, Tenerife, Spain), Marcos Rodríguez-Vega (University of La Laguna, Tenerife, Spain), Francisco Costa-Cano (Cubitalens, SLU, Murcia, Spain) y Eduardo Sáenz-de-Cabezón (University of La Rioja, Logroño, La Rioja, Spain).
El equipo —de procedencias distintas, pero con un trabajo conjunto articulado— desarrolló un lenguaje algebraico para representar circuitos cuánticos. En lugar de diagramas visuales, expresiones simbólicas. En lugar de dibujar, escribir. Con fórmulas que pueden transformarse, optimizarse, verificarse paso a paso. Una forma de hablar con precisión sobre algo que, por su naturaleza, es profundamente complejo.
Porque programar para una computadora cuántica no es simplemente traducir operaciones a un formato visual. Implica entender fenómenos como la superposición (un cúbit que puede representar múltiples estados al mismo tiempo), la decoherencia (cuando esa delicada simultaneidad se rompe) y las interferencias cuánticas. Y aunque estos son principios físicos, también plantean retos de diseño, de claridad conceptual, de control humano sobre el sistema.
Por eso, el lenguaje propuesto no está pensado para que la máquina lo lea directamente. Está pensado para los humanos. Para que podamos escribir mejor. Pensar mejor. Diseñar con más orden y menos ambigüedad. Luego, un compilador se encarga de traducir ese lenguaje simbólico a instrucciones ejecutables por una computadora cuántica. Pero lo importante es que el diseño inicial —el pensamiento— nace desde un terreno más estructurado.
Y no se queda en la teoría. El equipo ya está desarrollando un sistema en el que computadoras clásicas —las que usamos todos los días— pueden tomar estos programas simbólicos y sugerir mejoras: eliminar redundancias, reorganizar pasos, simplificar procesos. Lo interesante es que esa optimización no es cuántica. Es lógica clásica. Es inteligencia estructurada ayudando a la imaginación cuántica.
Si este lenguaje llega a consolidarse como un estándar, marcará un cambio profundo. Ya no dependeremos del ojo experto que interpreta un diagrama visual. Tendremos reglas compartidas. Herramientas que nos permitan colaborar, corregir, versionar. Porque al final, este artículo no es solo sobre computadoras. Es sobre lenguaje. Sobre cómo escribir es también una forma de pensar.
Y si no podemos pensar con claridad, tampoco podremos comunicar, ni corregir, ni construir juntos.
Lo que este equipo propone no es solo una innovación técnica. Es una apuesta por ordenar el pensamiento. Por diseñar mejor. Por imaginar con más precisión.
Para que la computación cuántica deje de ser solo algo que se ejecuta…
y empiece a ser también algo que se escribe, se afina, se piensa en voz alta.
Como en todas las revoluciones científicas verdaderas,
el cambio empieza por transformar el modo en que lo decimos.