Por: Carmen Saucedo

    Cambiaré un poco el tema de esta columna, pero al final les estaré hablando sobre algunos muy buenos escritores fuera del género narrativo y sobre un libro que me encanta “El hombre en busca de sentido”. En la sociedad moderna, las personas a menudo somos definidas por el rol profesional que desempeñamos, lo cual nos puede llevar a olvidar la esencia humana que debe ser lo que trascienda a las ocupaciones o el estatus laboral. Sin embargo, es crucial reconocer que el ser humano no es solo un profesional, sino una entidad compleja que debe anteponer su ser interior, emociones, valores y relaciones antes que cualquier título o posición en la jerarquía laboral.

    Esto se puede entender a través de una visión integral del individuo. Según Carl Rogers, uno de los principales exponentes de la psicología humanista, el ser humano es un organismo con una tendencia natural hacia el crecimiento y el bienestar. Rogers plantea que “la persona es un ser fundamentalmente positivo que tiene la capacidad de desarrollarse y realizar su potencial a través de la empatía y la autenticidad”. Esto sugiere que el ser humano es más que el ejercicio de su profesión; es un ser que busca entenderse y conectar profundamente con los demás, en su vida personal, emocional y social.

    Desde una perspectiva filosófica, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre también destacó la primacía del ser sobre el hacer. En su obra El ser y la nada, Sartre afirma que “la existencia precede a la esencia”, lo que significa que el ser humano es primero un sujeto que debe definir su esencia a través de sus acciones y elecciones personales. Esta concepción se aleja de la noción de que el valor del individuo radica solo en sus logros profesionales, enfatizando que la identidad humana se construye en el ámbito de las relaciones, la libertad y la responsabilidad personal.

    El psicólogo Viktor Frankl, quien sobrevivió a los horrores de los campos de concentración nazis, plantea en su obra El hombre en busca de sentido, que la búsqueda de un propósito en la vida, más allá del trabajo, es fundamental para el bienestar humano. Frankl sostiene que “la última de las libertades humanas es elegir nuestra actitud frente a cualquier circunstancia”, lo que implica que nuestra humanidad está definida no solo por lo que hacemos, sino por cómo decidimos vivir y enfrentar nuestras experiencias personales.

    Finalmente, es esencial reconocer que, aunque el trabajo y la carrera son componentes importantes de la vida de muchas personas, estos no deben eclipsar la dimensión humana que define al individuo. Por lo tanto, esta perspectiva nos invita a valorar la autenticidad, la conexión con los demás y el crecimiento personal por encima de cualquier logro profesional. Los pensadores y psicólogos que han explorado la naturaleza humana coinciden en la importancia de reconocer primero nuestra humanidad, pues es lo que nos define y nos permite ser verdaderamente estables y plenos en todas las facetas de la vida.

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